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Poemas relacionados

El Carpe diem en otros autores

Aquí podrás ver el tratamiento que distintos autores, de diferentes épocas y sensibilidades, dan al mismo tema. 

Góngora

Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido, el sol relumbra en vano
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lirio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o víola troncada
se vuelva, mas tú y ello, juntamente,
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Luis de Góngora

Torres Villarroel

Nace el sol derramando su hermosura,
pero pronto en el mar busca el reposo,
¡oh condición instable de lo hermoso,
que en el cielo también tan poco dura!

Llega el estío, y el cristal apura
del arroyo que corre presuroso;
mas, ¿qué mucho, si el tiempo, codicioso
de sí mismo, tampoco se asegura?

Que hoy eres sol, cristal, ángel, aurora,
ni lo disputo, niego, ni lo extraño;
mas poco ha de durarte, bella Flora;

que el tiempo, con su curso y con su engaño,
ha de trocar la luz que hoy te adora
en sombras, en horror y en desengaño.

Torres Villarroel.

Francisco Brines

EPITAFIO ROMANO

«No fui nada, y ahora nada soy.
Pero tú, que aún existes, bebe, goza
de la vida..., y luego ven».
                                                    Eres un buen amigo.
Ya sé que hablas en serio, porque la amable piedra
la dictaste con vida: no es tuyo el privilegio,
ni de nadie,
poder decir si es bueno o malo
llegar ahí.
                    Quien lea, debe saber que el tuyo
también es mi epitafio. Valgan tópicas frases
por tópicas cenizas.

Francisco Brines, Aún no, 1971

COLLIGE, VIRGO, ROSAS

Estás ya con quien quieres. Ríete y goza. Ama.
Y enciéndete en la noche que ahora empieza,
y entre tantos amigos (y conmigo)
abre los grandes ojos a la vida
con la avidez preciosa de tus años.
La noche, larga, ha de acabar al alba,
y vendrán escuadrones de espías con la luz,
se borrarán los astros, y también el recuerdo,
y la alegría acabará en su nada.

Mas, aunque así suceda, enciéndete en la noche,
pues detrás del olvido puede que ella renazca,
y la recobres pura, y aumentada en belleza,
si en ella, por azar, que ya será elección,
sellas la vida en lo mejor que tuvo,
cuando la noche humana se acabe ya del todo,
y venga esa otra luz, rencorosa y extraña,
que antes que tú conozcas, yo ya habré conocido.

Francisco Brines, El otoño de las rosas, 1987

Pablo Neruda.

El nuevo soneto a Helena.

Cuando estés vieja, niña (Ronsard ya te lo dijo),
te acordarás de aquellos versos que yo decía.
Tendrás los senos tristes de amamantar tus hijos,
los últimos retoños de tu vida vacía…

Yo estaré tan lejano que tus manos de cera
ararán el recuerdo de mis ruinas desnudas.
Comprenderás que puede nevar en primavera
y que en la primavera las nieves son más crudas.

Yo estaré tan lejano que el amor y la pena
que antes vacié en tu vida como un ánfora plena
estarán condenados a morir en mis manos…

Y será tarde porque se fue mi adolescencia,
tarde porque las flores una vez dan esencia
y porque aunque me llames yo estaré tan lejano…

Pablo Neruda, Crepusculario, 1923

Alberto Lista

¿No ves aquella rosa,
que con beldad lozana
el lindo seno ofrece
al céfiro del alba?
Pues aún no bien las sombras
del alto monte caigan,
cuando su pompa hermosa
mustia verás y ajada.
No pierdas, no, Mirtila,
tu plácida mañana
la más brillante rosa
al otro sol no alcanza.

Alberto Lista

Luis Alberto de Cuenca.

COLLIGE, VIRGO, ROSAS.

Niña, arranca las rosas, no esperes a mañana.
Córtalas a destajo, desaforadamente,
sin pararte a pensar si son malas o buenas.
Que no quede ni una. Púlete los rosales

que encuentres a tu paso y deja las espinas
para tus compañeras de colegio. Disfruta
de la luz y del oro mientras puedas y rinde
tu belleza a ese dios rechoncho y melancólico

que va por los jardines instilando veneno.
Goza labios y lengua, machácate de gusto
con quien se deje y no permitas que el otoño

te pille con la piel reseca y sin un hombre
(por lo menos) comiéndote las hechuras del alma.
Y que la negra muerte te quite lo bailado.

Luis Alberto de Cuenca, «Collige, virgo, rosas» de su libro «Por fuertes y fronteras», 1996

Bernardo de Balbuena

Mientras que por la limpia y tersa frente
ese cabello de oro ensortijado
al fresco viento vuela enmarañado
sobre las tiernas rosas del Oriente;

mientras la primavera está presente,
de ese clavel, sobre marfil sentado,
coged las flores y alegrías del prado,
que el tiempo corre, huye y no se siente.

¿De qué fruto os será la hermosura
cuando el invierno vista de su nieve
la lumbre de oro y encarnadas rosas?

Si la edad pasa, el tiempo la apresura
las hojas vuelan y en su curso breve
hallan y tienen fin todas las cosas.

Bernardo de Balbuena

Sor Juana Inés de la Cruz

Miró Celia una rosa que en el prado
ostentaba feliz la pompa vana
y con afeites de carmín y grana
bañaba alegre el rostro delicado;

y dijo: Goza, sin temor del hado,
el curso breve de tu edad lozana,
pues no podrá la muerte de mañana
quitarte lo que hubieres hoy gozado.

Y aunque llega la muerte presurosa
y tu fragante vida se te aleja,
no sientas el morir tan bella y moza:

mira que la experiencia te aconseja
que es fortuna morirte siendo hermosa
y no ver el ultraje de ser vieja.

Sor Juana Inés de la Cruz

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