Escrito[1] está en mi alma vuestro gesto[2],
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribistes[3], yo lo leo[4]
tan solo, que aun de vos me guardo en esto[5].
En esto[6] estoy y estaré siempre puesto[7];
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto[8].
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito[9] del alma[10] mismo os quiero.
Cuando tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero[11].
[1] Impreso, grabado
[2] Gesto, rostro o impresión. Esta impresión del rostro de la amada en el alma del amado procede, como hemos visto, de la cultura neoplatónica.
[3] Escribisteis. Puede entenderse también como “lo contemplo o lo interpreto”
[4] Puede entenderse también como lo interpreto o lo contemplo.
[5] Yo lo leo tan solitario que me oculto incluso de vos. Esta acción de contemplación de la amada debe realizarla en absoluta soledad (tan solo), por un doble motivo: de acuerdo con la teoría de las sensaciones que regía en la época, no era posible imaginar un objeto sensible a la par que se contemplaba; además, el secreto amoroso obligaba al amante a la solitaria recepción de imagen y palabra poética, para que no fuesen conocidas por nadie más.*** Revisar.
[6] Los cuartetos se unen mediante esta anadiplosis.
[7] Dedicado.
[8] No cabe en el entendimiento humano tanta belleza por lo que para entenderla hay que recurrir a la fe.
[9] En este término cabe ver una doble interpretación: como vestido o como costumbre. Podríamos comparar estos versos con estos otros de Ausiàs March: «per vós amar fon lo meu naximent» (LVIII, 30) y «Amor, Amor, un hàbit m’he tallat» (LXXVII, 25, también imitado por Garcilaso en su soneto XXVII).
[10] Este sintagma se corresponde con una extendida tradición de pensamiento (Sinesio di Cirene, Ugo di San Vitore, Marsilio Ficino o Giordano Bruno) que identifica el “habito del alma” con un elemento intermedio entre el alma y el cuerpo.
[11] Solo el amor da sentido a la vida. Un tópico de la literatura universal magistralmente tratado por Garcilaso.