Texto

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos[1] ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían;

de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado, oh mal tamaño[2],
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!

[1] Largos

[2] Tan grande.