Acuña, Hernando de
Al rey, nuestro señor.
Este soneto de juventud de Hernando de Acuña es producto, como queda claro en el verso 8, de un momento de exaltación patriótica de la España de Carlos I y Felipe II, reyes a los que sirvió. Hay sin duda una visión providencialista de la monarquía muy en consonancia con la época. Probablemente esté dedicado a Carlos I tras la victoria de este sobre los protestantes en Mülhbert. Representa el ideal imperial en torno a la religión y a la espada.
Ya se acerca, Señor, o ya es llegada
la edad gloriosa en que promete el cielo
un grey y un pastor solo en el suelo
por suerte a vuestros tiempos reservada;
ya tan alto principio, en tal jornada,
os muestra el fin de vuestro santo celo
y anuncia al mundo, para más consuelo,
un Monarca, un Imperio y una Espada;
ya el orbe de la tierra siente en parte
y espera con toda vuestra monarquía,
conquistada por vos en justa guerra,
que, a quien ha dado Cristo su estandarte,
dará el segundo más dichoso día
en que, vencido el mar, venza la tierra.
Faetón
Con tal instancia siempre demandaba
el gobierno del sol por solo un día,
que, aunque no convenirle conocía,
Febo al hijo Faetón se lo otorgaba.
Ya el carro y los caballos le entregaba
con que la luz al mundo repartía,
poniéndole delante el mal que habría
si en el camino o en el gobierno erraba.
Mas él, de la oriental casa salido,
fue el orbe y hemisferio traspasando
con furia y con desorden tan extraña,
que el carro, los caballos y él, perdido,
sobre el lombardo Po cayó, abrasando
riberas, aguas, montes y campaña.
Ícaro
Con Ícaro, de Creta se escapaba
Dédalo, y ya las alas extendía,
y al hijo, que volando le seguía,
con amor maternal amonestaba:
Que si el vuelo más alto levantaba,
la cera con el sol se desharía,
y en el mismo peligro le pondría
el agua y su vapor, si más bajaba.
Mas el soberbio mozo, y poco experto,
enderezóse luego al alto cielo
y, ablandada la cera en la altura,
perdió las alas, y en el aire muerto,
recibiéndole el mar del alto vuelo,
por el nombre le dio la sepultura.
¡Oh, celos, mal de cien mil males lleno,
¡Oh, celos, mal de cien mil males lleno,
interior daño, poderoso y fuerte,
peor mil veces que rabiosa muerte,
pues bastas a turbar lo más sereno!
Ponzoñosa serpiente, que en el seno
te crías, donde vienes a hacerte
en próspero sujeto adversa suerte
y en sabroso manjar crüel veneno.
¿De cuál valle infernal fuiste salido?
¿Cuál furia te formó?, porque natura
nada formó que no sirviese al hombre.
¿En qué constelación fuiste nacido?
Porque no sólo mata tu figura,
pero basta a más mal sólo tu nombre.
En extrema pasión vivía contento
En extrema pasión vivía contento
por vos, señora, y cuando más sentía,
sólo un mirarme o veros, deshacía
o, al menos, aliviaba mi tormento.
Hora quisistes que de fundamento
cayese en tierra la esperanza mía
con declararme lo que no entendía,
de torpe, hasta aquí mi entendimiento.
De esto nació un desdén por cuya mano
en término muy corto se ha deshecho
la fábrica que Amor hizo en mil años.
Yo miro, ya seguro desde el llano,
el risco en que me vi y el paso estrecho,
quedando ya seguro de mis daños.
Soneto sobre la red del amor
Dígame quién lo sabe: ¿cómo es hecha
la red de Amor, que tanta gente prende?
¿Y cómo, habiendo tanto que la tiende,
no está del tiempo ya rota o deshecha?
¿Y cómo es hecho el arco que Amor flecha,
pues hierro ni valor se le defiende?
¿Y cómo o dónde halla, o quién le vende,
de plomo, plata y oro tanta flecha?
Y si dicen que es niño, ¿cómo viene
a vencer los gigantes? Y si es ciego,
¿cómo toma al tirar cierta la mira?
Y si, como se escribe, siempre tiene
en una mano el arco, en otra el fuego,
¿cómo tiende la red y cómo tira?
Huir procuro el encarecimiento
Huir procuro el encarecimiento,
no quiero que en mis versos haya engaño,
sino que muestren mi dolor tamaño
cual le siente en efeto el sentimiento.
Que mostrándole tal cual yo le siento
será tan nuevo al mundo y tan extraño
que la memoria sola de mi daño
a muchos pondrá aviso y escarmiento.
Así, leyendo o siéndoles contadas
mis pasiones, podrán luego apartarse
de seguir el error de mis pisadas
y a más seguro puerto enderezarse,
do puedan con sus naves despalmadas
en la tormenta deste mar salvarse.