Bartolomé Leonardo Argensola. Sonetos

 

¿Cuál mérito aspiró, Filis, a tanto,

¿Cuál mérito aspiró, Filis, a tanto,

si no fue remitiéndose a la suerte?

¿Cómo me ofreces hoy, con ofrecerte

para sujeto de mi humilde canto?

 

Ya con súbitas alas me levanto,                     5

pues tu favor en cisne me convierte,

para hacer a la envidia y a la muerte

gloriosa injuria y apacible espanto.

 

Cantaré cómo arroja en tu hermosura

divinidad el alma, y como inspira                        10

en todas tus acciones influencia;

 

Y cómo en tu mirar muestra la ira

tanta conformidad con la clemencia,

que no sé si amenaza o asegura.

 

 

 

 

 

 

¿Quién me dará jazmines y violetas

¿Quién me dará jazmines y violetas

para ceñir a un vencedor las sienes,

que convirtió en halagos los desdenes,

donde amor despuntó tantas saetas?

 

Diosa Ocasión, ¿produces tú o sujetas           5

el principio fatal de nuestros bienes?

Rendiste a Clori; omnipotencia tienes,

y son ministros tuyos los planetas.

 

Rendísteme de asalto repentino

(con fraude por el mismo amor trazada),           10

la fuerza en que encerró toda su gloria;

 

que él nació de hurto y la traición le agrada.

Yo vine, vi y vencí mayor victoria

que dio el oriente a vencedor latino.

 

Amor, si de la parte más perfeta

Amor, si de la parte más perfeta

jamás mi sol su viva luz retira,

en vano Filis con piedad me mira,

y enciendes en su ojos tu saeta.

 

No como yo lució sobre el Oeta                      5

el héroe que amó tanto a Deyanira,

ni la cumbre de Olimpo está de la ira

de los rayos y vientos más quieta.

 

Y así como allá encima de su altura,

cuando por religión sube la gente                     10

las cenizas de antiguos sacrificios,

 

Fili hallará guardados altamente

de mi primer amor sacros indicios

con fe y tranquilidad serena y pura.

 

Bien sé yo, Cintia, el culto que se debe

Bien sé yo, Cintia, el culto que se debe

al que de dos sustancias desiguales

tan superiores forma los mortales,

que es cada cual un dios de un mundo breve;

 

y que este honor le obliga a que se eleve        5

sobre el ser de las obras naturales,

y asaltando esas máquinas fatales,

viva unido a la causa que las mueve;

 

y soy con esto a quien tu amor desvía

del uso de este gran conocimiento                    10

por la divinidad de tu hermosura;

 

y a venerarte vive tan atento,

que gime si tal vez se le figura

que puede tener fin su idolatría.

 

 

 

Cuando me miras, Clori, de luz lleno

Cuando me miras, Clori, de luz lleno

horizonte a tus ojos me figuro;

tu sol influye en el afecto oscuro

si influye en el espíritu sereno;

 

y cuando altos reflejos de entre el seno          5

a la luz eficaz volver procuro,

bien corresponde lo luciente y puro,

pero exhalas sus nieblas lo terreno.

 

No sol tu vista entonces, sino aurora,

su vapor imperfecto desvanece;                       10

mas si tal vez se esfuerza a formar nube,

 

a pesar de sí misma resplandece;

porque en el punto que a tu esfera sube

tu noble resplandor lo inflama y dora.

 

 

 

 

De antigua palma en la suprema altura,

De antigua palma en la suprema altura,

con los sacros olores del oriente,

para su parto y muerte juntamente,

hace la fénix nido y sepultura.

 

Mueve las alas para arder segura,                  5

que el fuego a su esperanza está obediente;

y así, sus llamas fieles más luciente

la restituyen a la edad futura.

 

De esta manera en la sagrada palma

de nuestro alto valor arder presume                  10

mi pensamiento alegre entre sus ramas;

 

que vuestro ardor da vida al que consume;

y así, no es temerario el que a sus llamas

entrega el gran depósito del alma.

 

 

De la unión, Silvio, con que amor prospera

De la unión, Silvio, con que amor prospera

o endiosa nuestras almas, el conceto

que la esperanza forma es tan perfeto,

que la opresión del yugo le aligera.

 

Y así, quien ama y dice que no espera,            5

por ostentan más fe al amado objeto,

a su interior verdad pierde el respeto,

sin cuyo alivio ni alentar pudiera.

 

Bien que sí, generosa en la tardanza

(mientras que en gloria no se le convierte),        10

a finezas más nobles les convida.

 

Sufra y espere, mas con ley tan fuerte,

que aunque le falte esfuerzo, no le pida

jamás el sufrimiento a la esperanza.

 

Debajo de una alta haya Melibeo

Debajo de una alta haya Melibeo

retrataba a Faetón en el cayado

de aquel rayo de Júpiter pasado,

que dio fin a su altísimo deseo.

 

De la otra parte pinta el caso feo                  5

(después de haber el mundo amenazado)

de Pompeyo, en la barca degollado

por obra del ingrato Ptolomeo.

 

Y viendo sus pinturas acabadas,

les dice a las figuras valerosas:                        10

«Tercero me hicieron mis querellas;

 

y el mundo os tiene envidia, almas preciadas,

pues ya que no acabamos grandes cosas,

morimos en la fe de acometellas».

 

Ese pájaro, Cintia, que del hielo

Ese pájaro, Cintia, que del hielo

huye a tus manos, y con osadía,

cuando le sueltas, a volver porfía,

¿dónde aprendió la fe de nuestro celo?

 

Ella le encaminó al segundo vuelo,                 5

y así obligado a tan celosa guía,

ni al nido volverá, por más que el día

aclare el aire que le turba el cielo.

 

¡Oh pajarillo fiel! pues nos igualas

en ese afecto que tan vivo tienes,                     10

si te dan libertad, vuelve a entregarte,

 

vuelve a buscar la gloria en los desdenes,

pues dos veces amor, para animarte

a un vuelo tan feliz, te dio sus alas.

 

Estas son las reliquias saguntinas,

Estas son las reliquias saguntinas,

injuria y gloria al sucesor de Belo,

cuando en fábrica excelsa las vio el cielo

al orbe origen de la luz vecinas.

 

De hiedra presas yacen, y entre espinas,        5

con que sus riscos arma el yerto suelo,

y hoy libran la venganza y el consuelo

en la contemplación de sus ruinas.

 

Sagunto precia más verse llorada

de la posteridad que si a Cartago                      10

con propicia fortuna leyes diera.

 

Oh tú, que sobrevives al estrago,

cándida fe, procura que yo muera,

si amor me tiene igual piedad guardada.

 

 

Hago, Filis, en el alma, estando ausente

Hago, Filis, en el alma, estando ausente,

para hablarte animosas prevenciones,

y tú con un mirar las descompones;

yo enmudezco, turbado y obediente.

 

Mas es mi turbación tan elocuente                5

(efecto de estas fieles turbaciones),

que aquella voz que huyó de mis razones,

persuade en los ojos y en la frente.

 

Claro está que si sientes ablandarte

para poner a mi verdad en duda,                      10

ni te queda licencia ni derecho.

 

Para esto amor de ornato las desnuda;

que introducir piedad, Filis, en tu pecho

no puede ser jurisdicción del arte.

 

Mírame con piedad; y arda el cometa,

Mírame con piedad; y arda el cometa,

Filis, que ahora pálido nos mira;

que a quien tus ojos muestra amor sin ira,

¿cuál término fatal no le respeta?

 

Y absorto (que es lo más) en la secreta          5

felicidad que aquel favor le inspira,

ni de amenaza superior se admira,

ni en dudosos prodigios la interpreta.

 

De estos bienes, elévame al segundo;

que al primero no aspiro, aunque me libre          10

de la alta indignación que arma el portento.

 

Su infausta luz contra los cetros vibre,

y como deje en paz mi arrobamiento,

vierta discordia y descomponga el mundo.

 

 

Suelta el cabello al céfiro travieso

Suelta el cabello al céfiro travieso,

para que recompense, oh Cintia, un rato

de los muchos que usurpa el aparato

que le añade, no gracia, sino peso.

 

¡Cuánta más luz que coronado o preso          5

nos descubre, ondeando sin recato!

Y dime si en las leyes del ornato

respondió al arte con tan gran suceso.

 

A cabellos de mal seguro reyes

ofrezcan ambiciosos resplandores                     10

las ondas, y las minas del Oriente.

 

Los tuyos, no los crespes ni los dores;

y pues crecieron en tan libre frente,

imiten su altivez, no guarden leyes.

 

 

 

Tajo, producidor del gran tesoro

Tajo, producidor del gran tesoro

(si a la fama creemos), cuya arena

de zafiros y perlas está llena,

tus aguas néctar, tus arenas oro;

 

tú pues, acrecentado con mi lloro,                 5

será testigo de mi amada pena,

como sujeto a lo que amor ordena,

buscando vida, a quien me mata adoro.

 

Cuando mi pastorcilla en tu ribera

busca las conchas que creciendo arrojas,           10

y con su blanco pie tu orilla toca,

 

el bien que gozas, agua lisonjera

(que al fin lo has de besar, pues que lo mojas),

lo usurpas al oficio de mi boca.

 

Viéndome Fili en brazos de la muerte

Viéndome Fili en brazos de la muerte,

heroicamente se movió a clemencia,

y a su altivo decoro dio licencia

para inclinarse a remediar mi suerte.

 

Sintió el sujeto, de poder más fuerte             5

que el natural, la dulce violencia;

que amor en el crisol de la experiencia

los accidentes en salud convierte.

 

Si ya no huyeron, Fili, de la gloria

que allí vieron salir de tu belleza,                      10

que en su presencia es todo luz y vida;

 

atónita quedó naturaleza,

contra sus mismas leyes socorrida,

y preciándose amor de la victoria.

 

Visto has amor, que no al rebelde brío

Visto has amor, que no al rebelde brío

de afecto natural, ni la violencia

de belleza exterior, a tu obediencia

redujo al libre pensamiento mío;

 

hasta que con más noble poderío                  5

la razón allanó mi resistencia,

y por su autoridad y en su presencia,

juró tu servidumbre mi albedrío.

 

Mas aunque la prisión que arrastro suena,

y ufana mi elección sostiene el peso,                 10

no se oye, o no se admite, o se aborrece.

 

Adorna tú los méritos del preso,

pues su verdad desnuda no merece

que Cintia quiera asir de la cadena.

 

Ya el oro natural crespes o extiendas,

Ya el oro natural crespes o extiendas,

o a componerlo con industria aspires,

lucir sus lazos o sus ondas mires,

cuando libre a tus damas lo encomiendes.

 

O ya, por nueva ley de amor, lo prendas        5

entre ricos diamantes y zafires,

o bajo hermosas plumas lo retires,

y el traje varonil fingir pretendas;

 

búscate Adonis por su Venus antes,

por su Adonis te tiene ya la diosa,                     10

y a entrambos los engañan tus cabellos;

 

mas yo, en la misma duda milagrosa,

mientras se hayan en ti los dos amantes,

muero por ambos, y de celos de ellos.

 

Ya resplandece en mí como nativa,

Ya resplandece en mí como nativa,

Laura, tu candidez, no como ajena;

que el indómito afecto me serena,

y sus errores generosa y viva,

 

así del claro Pólux se deriva                          5

la que sosiega el mar y el euro enfrena,

para que del honor fraterno llena,

el tenebroso Cástor la reciba.

 

En virtud pues de amor tan noble y fuerte,

que, a pesar de acechanzas naturales,              10

lo más terreno en celestial convierte,

 

preciémonos de amantes celestiales;

no reconozca al tiempo ni a la suerte

la unión de dos sustancia sin mortales.