Contenido
ALCÁZAR, BALTASAR DE
Poco se sabe de este autor nacido en Sevilla en 1530, salvo que fue uno de los máximos representantes, junto a Cristóbal de Castillejo, de la poesía castellana.
Cultivó con poco éxito la poesía amorosa y religiosa, pero destacó especialmente en la poesía satírica, asimilando el tono y los temas de los epigramas latinos, en especial de los de Marcial. Al final de su vida, muy larga pues murió en Ronda en 1606, escribió una serie de redondillas, que incluimos, sobre el “Modo de vivir en la vejez” en la misma línea jocosa.
Se le puede considerar un precursor de la poesía satírica del XVII que con tanta intensidad practicaron Quevedo o Góngora entre otros.
A Inés, que se teñía las canas de rubio
Tus cabellos estimados
por oro, contra razón,
ya se sabe, Inés, que son
de plata sobredorados.
Pues querrás que se celebre
por verdad lo que no es,
dar plata por oro, Inés,
es vender gato por liebre.
A una criada sucia.
Mejor se podrán contar
las pulgas en primavera,
los piojos en galera,
las moscas al vendimiar
que yo, mi dulce fregona,
las garrapatas, ladillas,
liendres, granos y postillas
que tienes en tu persona.
A Violante
Bien te quiere Guardïola,
triscadorcilla Violante,
pero quiérete el bergante
bañada, desnuda y sola.
Quédame desto una duda,
porque, aunque así lo refiere,
calla él para qué te quiere
bañada, sola y desnuda.
Aconsejándole a Inés
Aconsejándole a Inés
se quite de su marido,
que anda por putas perdido.
respondió, como quien es:
«Aunque veo por extenso
lo mal que hace en dexarme,
Yo no pienso dél quitarme;
mas desquitarme sí pienso».
Cabellos crespos, breves, cristalinos
Este soneto es una burla del petrarquismo que se descubre en los dos últimos versos del último terceto.
Cabellos crespos, breves, cristalinos;
frente que en solo verla turba y mata;
cejas cuyo color vence a la plata,
y al alabastro y nieve hace indi[g]nos;
ojos de perlas, blandos y beni[g]nos;
nariz que a cualquier otra desbarata;
boca espaciosa, alegre a quien la trata
dientes donosos, raros, peregrinos;
cuello corto, gentil, grueso, perfe[c]to;
manos conformes al hermoso cuello;
pecho profundo, tierno, sin defe[c]to;
melindroso ademán, dulce y discreto…
Si lo que vemos público es tan bello,
contemplad, amadores, lo secreto.
Epigramas
1
«Hurtaron a Madalena
sus chapines y jervillas,
brama y hace maravillas
de su cuerpo con la pena.
Mas dará por bien hurtados
las jervillas y chapines
dándoles un par de botines
de los que llaman cerrados»
2
«Tus botines, Dorotea,
tienen ya la flor gastada.
Dáselos a tu criada
que ya lo merece y desea.
Dáselos de buena gana,
que a ti no te ha de faltar,
pues que los suelen dar
a pares cada semana».
Duda si Hero gozó a Leandro
tiempo fue en que se dudó
si tuvo o no doña Hero
la vela en su candelero
cuando Leandro se anegó.
Y certificóme Lara,
su dueña, que no; pues fuera
cierto que, si la tuviera,
Leandro no se anegara.
3
A Hero y Leandro encierra,
esposos de mala data,
esta poca arena ingrata,
que aun no alcanzan buena tierra.
Consumaron, para dar
de loco amor testimonio,
en el templo, el matrimonio;
el disparate, en el mar.
4
Soga fue Leandro, y Hero
caldero; pozo fue el mar,
y vino el demonio a echar
la soga tras el caldero.
La cena jocosa
El autor rehúye los altos ideales y canta el placer de la buena mesa y la alegría del vino. Esta línea la inicia el poeta griego Anacreonte (ss VI-V a. De J.C.) y es un claro antecedente de la letrilla de Góngora “Ande yo caliente” y de una línea de poesía anacreóntica que continúa durante el siglo XVIII.
En Ronda, donde resido,
vive don Diego de Sosa,
y diréte, Inés, la cosa
más brava dél que has oído.
Tenía este caballero
un criado portugués,
pero cenemos, Inés,
si te parece, primero.
La mesa tenemos puesta;
lo que se ha de cenar, junto;
y el vino y tazas y a punto:
falta comenzar la fiesta.
Rebana pan. Bueno está.
La ensaladilla es del cielo
y el salpicón, con su ajuelo,
¿no miras qué tufo da?
Esto, Inés, ello se alaba;
no es menester alaballo;
sola una falta le hallo:
que con la priesa se acaba.
Echa vino, y por tu vida,
que le des tu bendición:
yo tengo por devoción
de santiguar la bebida.
Bueno fue, Inés, ese toque;
franco fue, mas yo, ¿qué hago?
Vale un florín cada trago
de este vinillo aloque.
La taberna del esquina
lo suele a veces vender;
grande consuelo es tener
la taberna por vecina.
Echa otra vez, serán dos,
ya que la cosa va rota.
¡Quién dél tuviere una bota
para más servir a Dios!
La ensalada y salpicón
hizo fin; ¿qué viene agora?
La morcilla, ¡oh, gran señora,
digna de veneración!
¡Qué oronda viene y qué bella!
¡Qué bizarro garbo tiene!
Yo sospecho, Inés, que viene
para que demos en ella.
Pues, ¡sus!, encójase y entre,
que es algo angosto el camino.
No eches agua, Inés, al vino,
no se escandalice el vientre.
Ande apriesa el trasaniejo,
porque con más gusto comas;
Dios te guarde, que así tomas,
como sabia, el buen consejo.
Mas di: ¿no adoras y precias
la morcilla ilustre y rica?
¡Cómo la traidora pica!
Tal debe de estar de especias.
¡Qué llena está de piñones!
Morcilla de cortesanos
y asada por esas manos
hechas a cebar lechones.
Vive Dios, que se podía
poner al lado del Rey,
al fin, puerco a toda ley,
que hinche tripa vacía.
Probemos lo del pichel,
alto licor celestial:
no es el aloquillo tal,
ni tiene que ver con él.
¡Qué suavidad! ¡Qué clareza!
¡Qué cuerpo rancio y olor!
¡Qué paladar! ¡Qué color,
todo con tanta fineza!
El corazón me revienta
de placer y a ti te veo
cómo te va. Yo, por mí,
que debes de estar contenta.
Mas el queso sale a plaza,
la moradilla va entrando,
y ambos vienen preguntando
por el pichel y la taza.
Prueba el queso, que es extremo:
el de Pinto no le iguala;
y la aceituna no es mala:
bien puede bogar su remo.
Pues haz, Inés, lo que sueles;
daca de la bota llena.
Bebamos. Hecha es la cena,
levántense los manteles.
Ya, Inés, que habemos cenado
tan bien y con tanto gusto,
parece que será justo
volver al cuento pasado.
Pues sabrás, Inés hermana,
que el portugués cayó enfermo…
Las once dan; yo me duermo;
quédese para mañana.
Baltasar de Alcázar. (1530-1606), fecha indeterminada.
Tres cosas me tienen preso
Se trata de la forma de canción trovadoresca: la copla inicial, cuyos dos versos finales provocan la vuelta de las coplas castellanas (4 + 4) que siguen. Obsérvese cómo se van recuperando modos de versificar que habían sido desbancados por los petrarquistas. En esa misma línea, el sentimiento amoroso recibe un sentimiento voluntariosamente chabacano identificado con las berenjenas y el jamón.
Tres cosas me tienen preso
de amores el corazón,
la bella Inés, el jamón
y berenjenas con queso.
Esta Inés (amantes) es
quien tuvo en mí tal poder,
que me hizo aborrecer
todo lo que no era Inés.
Trájome un año sin seso,
hasta que en una ocasión
me dio a merendar jamón
y berenjenas con queso.
Fue de Inés la primer palma,
pero ya júzgase mal
entre todos ellos cuál
tiene más parte en mi alma.
En gusto, medida y peso
no le hallo distinción,
ya quiero Inés, ya jamón,
ya berenjenas con queso.
Alega Inés su beldad,
el jamón que es de Aracena,
el queso y berenjena
la española antigüedad.
Y está tan en fiel el peso
que juzgado sin pasión
todo es uno, Inés, jamón,
y berenjenas con queso.
A lo menos este trato
de estos mis nuevos amores,
hará que Inés sus favores,
me los venda más barato.
Pues tendrá por contrapeso
si no hiciere razón,
una lonja de jamón
y berenjenas con queso.
Yo acuerdo revelaros un secreto
La poesía a menudo se convierte en un juego que desarrolla la propia poesía como tema; es lo que llamamos metapoética. En este caso Baltasar de Alcázar, en un tono humorístico, se plantea revelarle un secreto a Inés adoptando la forma del soneto.
Yo acuerdo revelaros un secreto
en un soneto, Inés, bella enemiga;
mas, por buen orden que yo en esto siga,
no podrá ser en el primer cuarteto.
Venidos al segundo, yo os prometo
que no se ha de pasar sin que os lo diga;
mas estoy hecho, Inés, una hormiga:
que van fuera ocho versos del soneto.
Pues ved, Inés, qué ordena el duro hado:
que teniendo el secreto ya en la boca
y el modo de decillo preparado,
conté los versos todos y he hallado
que, por la cuenta que a un soneto toca,
ya este soneto, Inés, es acabado.
Baltasar de Alcázar, fecha indeterminada.